Valores que cambian vidas

Homilía del VII Domingo de Pascua
Sacerdote Daniel Valdez García

Hoy VII Domingo de Pascua celebramos la fiesta de la Ascención de Jesús a los cielos. Y el próximo domingo será Pentecostés.

Así como Jesús había pasado 40 días en el desierto (véase Marcos 1,13), ahora tras su resurrección y antes de ascender al cielo han pasado 40 días. Permaneció entre sus discípulos hombres y mujeres conviviendo y mostrando que no era un fantasma, puesto que los fantasmas no tienen huesos, ni carne, ni comen. Qué hizo Jesús durante esos 40 días nos lo dicen los cuatro evangelios y el libro de los Hechos de los apóstoles e incluso la Sábana Santa de Turín, la reliquia más apreciada y controvertida de la cristiandad que, según el Papa Pablo VI, “Es el maravilloso documento de la pasión, muerte y resurrección, escrito para nosotros con letras de sangre», un deliberado registro divino de las cinco etapas de la Pasión de Cristo, y creado en el momento de la resurrección.

Tras la resurrección y la misma ascensión los discípulos se encuentran llenos de temor y titubeantes porque están ante el mismo Jesús al que siguieron pero sienten al mismo tiempo que ya no está en la misma condición anterior. Las apariciones de Jesús resucitado suceden en Jerusalén y en el lago de Galilea. Y ahora acontece el acontecimiento más inesperado, Jesús asciende al cielo ante los ojos de sus más cercanos seguidores (Hechos 1,1-11; Lucas 24, 46-53) y pone fin a los poderes terrenales que parecían haber triunfado, y es puesto a la derecha del Padre, decimos en el credo, porque es un acto del amor de Dios y un acto de justicia para todos.

Amor y justicia son dos valores que siempre cambian vidas. Maria de Magdala es la primera beneficiada de ellos. Cuando lavó y perfumó los pies Jesús le dirá: «Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho(véase Lucas 7, 47), y a ella es a la primera a quien Jesús se le aparece resucitado y la llama por su nombre (véase Juan 20,11-18). Pedro tres veces había negado a Jesús y al aparecérsele en el lago le pregunté si lo ama, a las respuestas afirmativas y le pide que confirme a sus hermanos en la fe (véase Juan 21, 1-14).

Todo eso es hermoso y sorprendente, pero hago ¿qué pasó con la gente? Con quienes se dicen católicos, pues carecemos de muchos valores que verdaderamente transformen nuestras vidas, cómo fueron transformadas las de Mateo, Zaqueo, Pedro, la Magdalena, el ladrón arrepentido y muchos otros como san Agustín de Hipona, San Camilo de Lelys, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola.

La gran respuesta está en la expresión de los ángeles al desaparecer Jesús con la nube: «¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre ustedes y llevado al cielo, volverá como lo han visto marcharse al cielo» (véase Hechos 1, 11). Dios, la Iglesia y el mundo necesitan de fieles activos, vivos, dinámicos, proactivos, propositivos, innovativos, en salida, que vayan a las periferias, hombres y mujeres de oración y de acción porque el signo más claro de que está el amor y la justicia de Dios es que son valores que cambian vidas. El amor mueve al mundo y las justicia siempre será constate y perpetua voluntad de dar a Dios a los demás.

Amén, amén, Santísima Trinidad.

*El Autor es Profesor en la Universidad Autónoma del Estado de México.

Estudió Sacerdote y Especialidad en Bioética en U.A.E.M.

Estudió en el Seminario Diocesano de Toluca.

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