El pasado 3 de mayo El Universal publicó una entrevista con Alfonso Miranda Guardiola, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), donde plantea la posición de la Iglesia sobre la violencia, la migración y las relaciones con el gobierno.
En su visión la seguridad es un problema “que nos está rebasando gravemente. Si no reaccionamos de manera adecuada y con compasión y unidad, difícilmente vamos a poder resolverlo”.
El también obispo auxiliar de Monterrey plantea la necesidad de una mejor coordinación entre la Iglesia y el gobierno “especialmente en el tema de la migración y la violencia” porque nadie en el país puede desentenderse de esos problemas.
Reconoce que “hay muchos lugares de nuestro país lacerados por el tema de la violencia: muchas personas mueren, familias quedan desintegradas, afectadas”.
En torno a la violencia, afirma el obispo, “es necesario una mayor colaboración entre Iglesia, gobierno y sociedad. Eso me parece es algo completamente evidente”·
Y añade que “todos los días hay decenas de muertos y no es posible que nos acostumbremos o que hagamos como si no pasa nada”.
El “trabajo es de todos y se “necesita, por supuesto, una mayor cooperación y más interés del gobierno, la sociedad y las iglesias católica y cristianas”.
Es necesario, plantea, “tener más compasión y sensibilidad ante lo que está pasando, porque estamos perdiendo mexicanos. Necesitamos esa mayor sensibilidad para que podamos actuar todos”.
El presidente de la CEM asegura que “como Conferencia Episcopal no hemos tenido mayor vinculación con las autoridades que manejan la migración, pero la estamos buscando para ofrecer nuestra ayuda”.
La Iglesia es la institución del país que tiene la estructura más grande de atención a migrantes con 100 casas y reitera que con el gobierno “no ha habido, pues, comunicación entre nosotros para responder a esta crisis humanitaria”.
Considera que hasta ahora “el gobierno está atendiendo el problema a su manera y capacidad, así como la Iglesia, pero sí nos ha faltado mejorar la organización”.
Lo que ahora sucede es que “cada quien hace lo propio y cada quien con su enfoque, y el nuestro es ayuda humanitaria y completamente de hermano, de prójimo. A quien nos pide una mano, la Iglesia se la brinda incondicionalmente”.
El obispo piensa que ahora el número de los migrantes “desborda a las fuerzas gubernamentales, eclesiales y sociales” y eso hace más necesaria la coordinación de los distintos actores que trabajan con esa problemática.
Al inicio de esta administración, sostiene el presidente de la CEM, “hubo una relación muy intensa con el gobierno, pero desde entonces se vino cayendo y ahora ya no ha habido un vínculo muy cercano con las autoridades”.
El gobierno en la lucha contra la violencia y la atención a los migrantes tiene en la Iglesia un aliado natural al que se debería acercarse para acordar acciones comunes.
Twitter: @RubenAguilar