Toluca tan lejos de Dios y tan cerca de la contaminación

Hace 40 años, que a los jóvenes les han de parecer muchos, dicho sea de paso, yo vi correr felices a los pequeños conejos en los volcanes, llamados teporingo. Hoy las universidades autónomas del Estado de México y la de México lo declaran extinto, cuando se advirtió ese peligro desde 1966. Y esto por mencionar algo de la fauna endémica, pero lo mismo está sucediendo con la flora endémica. El ámbito del Estado de México, por lógico los aledaños como Puebla, Tlaxcala e Hidalgo por formar el centro del país tienen estos y muchos otros problemas porque el filtro no es la “sustentabilidad”. Lo cual se ve proporcionalmente inverso en las políticas ambientales, la gobernanza, las estrategias de prevención y solución de todo tipo de contingencias como es el caso de infartos hídricos, como el agotamiento de una de las lagunas del nevado de Toluca. Hasta aquí hay que decir que esto no es una asunto de identidad, de actos emblemáticos sino de EDUCACIÓN, de conciencia, de valores y de calidad de vida sin estándares mercadológicos sino eminentemente biológicos.

La ciudad de Toluca y municipios conurbados por la altura están siempre en peligro de contaminación ambiental ya que las partículas nocivas flotan en el medio ambiente, se adhieren a superficies de seres vivos o cuerpos de toda índole. La calidad del aire se agrava por incendios y procedimientos que requieren de altas temperaturas y altas presiones. Lo cual se empeora por el pésimo estatus del transporte público, el descuido del transporte privado, además de que es una ciudad sucia y sus pueblos peor. Eso no es solo asunto de autoridad, sino de toda la comunidad que no aprenden a ser una ciudad responsable, con valores y con conciencia de participación ciudadana activa, proactiva, propositiva e innovativa, más bien está en inercia; es exigente e indiferente. Son lejanos y distantes. Algunos dice que es el clima, y yo me atrevo a asegurar que es cuestión de educación y del manejo de muchos intereses de todo tipo que se justifican en costumbres y tradiciones que se vuelven un tamiz de falta de compromiso social y de responsabilidad desde todas las instituciones. Por ejemplo, las fiestas profanas y religiosas dejan toneladas de basura, igual sucede con peregrinaciones y manifestaciones de inconformidad a la autoridad de los distintos niveles de gobierno.

Pobre Toluca tan lejos de Dios y tan cerca de la contaminación de todo tipo: auditiva, visual, ambiental, cultural, social, política, económica y lo que es peor perdiendo su identidad por desinterés de la propia comunidad. Pobre Toluca que solo es oidora de la Palabra de Dios pero no es hacedora (véase Santiago 1, 22). Quien solo escucha es como al que le entra por una oreja y se le sale por la otra, porque Jesús mismo nos habla de la importancia de la limpieza y del orden (véase 6,16-18; Lucas 15,8-10). Es decir, que hay una gran mayoría que aún no hace conciencia de que los pecados contra la ecología son graves, ya sea por omitir hacer lo correcto y otros tanto más por hacer lo totalmente incorrecto. La palabra clave, el filtro en todo debe ser “sustentable”, si no lo es, no ha de ser viable. O tomamos en serio la vida, o nadie tomará en serio este compromiso ineludible de vida. Por cierto los niños y los jóvenes no se merecen esta ciudad y sus alrededores que les estamos dejando ante esta primera y terrible contingencia que se debe solucionar y prevenir una vida digna para todos. No hay más tiempo ahora o nunca seremos realmente dignos de esta Toluca la Bella que vio nacer a tantos, y a otros nos acogió y gracias a ella somos lo que somos. A trabajar todos por una ciudad más digna, más hermana y más cercana a Dios con hechos y no solo palabras. La fe se muestra con obras o está muerta (véase Santiago 2,15).

*El Autor es Profesor en la Universidad Autónoma del Estado de México.

Estudió Sacerdote y Especialidad en Bioética en U.A.E.M.

Estudió en el Seminario Diocesano de Toluca.

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