Ternium, entre malas prácticas e impunidad

adriana delgado columnista

 

 

Hace mes y medio que no se sabe nada de Ricardo Lagunes, activista de derechos humanos, y Antonio Díaz, líder comunitario de Aquila, Michoacán. En los últimos cinco años habían intensificado la presión social y legal a la siderúrgica Ternium, que opera la mina de hierro, para que cumpliera sus compromisos con el pueblo nahua.

Tres testimonios de personas que habían estado semanas atrás en una asamblea comunal sostienen que ahí vieron a directivos de la empresa advertir a Lagunes y a Díaz de que “los iban a ‘levantar’ en cualquier momento”. Ahora, en su exigencia de verlos de nuevo con vida, los comuneros ven dos escenarios: que Ternium haya tenido algo que ver, o que haya sido el grupo del crimen organizado que mantiene asolada la región.

La mina opera en propiedad comunal, así que Ternium debe entregar regalías por sus ganancias a los dueños legítimos del terreno. Esa historia ha sido siempre tensa. En 1988, entregaba apenas mil 200 pesos anuales a cada uno. Luego de varias protestas, la paga aumentó únicamente a mil 600, que no representaban nada frente a las utilidades reales de la extracción.
Para 2011, hartos del abuso, los comuneros tomaron carreteras e hicieron bloqueos hasta que se hicieron escuchar. En marzo de 2012 lograron el compromiso de Ternium de subir el pago a 15 mil pesos. Justo ese punto es el origen del problema actual. La empresa italo-argentina lleva todos estos años incumpliendo no solo con ese desembolso sino con otros acuerdos como dar mantenimiento a las brechas, reforestar periódicamente y mitigar los daños ambientales que ocasiona la operación de la mina, incluyendo la contaminación del río Aquila.

Las voces que piden a las autoridades estatales y federales que investiguen el paradero de Ricardo Lagunes y Antonio Díaz han llegado incluso de organismos internacionales, como el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, pero aun así la clara desaparición forzada sigue irresuelta e impune.

Ternium tiene un historial fatídico de problemas sociales y desastres ambientales por sus prácticas de operación. Es la empresa con más concesiones para la explotación de acuíferos en el país, con las que está autorizada a extraer 17 millones 693 mil 885 metros cúbicos al año. Pero con las ganancias multimillonarias que generan sus negocios, no invierte en revertir su impacto ambiental.

En junio pasado, en este mismo espacio, puse El Dedo en la Llaga sobre lo que hace en Puebla. En su planta de Xoxtla, produce 15 mil toneladas diarias de acero. De acuerdo con cálculos de la firma especializada Fluence Corp, para la fabricación de una tonelada de esa aleación, el consumo de agua es de 28 mil 600 litros, con 25 mil 300 litros de descarga. Es decir que, diariamente, Ternium consume en Xoxtla 429 mil metros cúbicos de agua y descarga 379 mil metros cúbicos de aguas residuales a los que no da tratamiento. El resultado, manantiales secos y pozos contaminados.

En Monterrey, Ternium proyecta construir una nueva planta para producir 2.6 millones de toneladas anuales de acero, aprovechando que sus concesiones de agua se lo permiten, aunque en temporada de estiaje la población sufre cada vez más de falta del líquido vital en su hogar.
Tampoco olvidemos las prácticas laborales de la siderúrgica. Ha registrado accidentes producto de la falta de medidas de seguridad industrial, con quemaduras graves, y los atiende en un raquítico hospital propio sin los equipos y personal médico adecuado, que mantiene para no pagar Seguro Social.

¿Cómo es que Ternium sigue en la impunidad?