Oír misa o ser parte de ella – Homilía V Domingo de Pascua

Felices pascuas de resurrección cuyo gozo y alegría se celebran por cincuenta días.

La liturgia santifica y la Biblia edifica. Por eso, es muy importante conocerlas y a propósito puse el título de “Oír misa o participar en la misa”. La misa no es del celebrante, ni del particular por bautizo, matrimonio o cualquiera otra ceremonia. Quede bien claro, la misa es de Jesús y de la Iglesia. Ningún sacerdote puede celebrar misa si no hay al menos un feligrés. Y ninguna asamblea puede tener misa si no hay al menos un sacerdote. ¡Qué dicha saber esto, vivirlo y decirlo!

A propósito de las lecturas de hoy.

El libro de los Hechos de los apóstoles narra lo que hicieron san  Pedro y San Pablo.  El pasaje de hoy  (14, 21-27) cuenta cómo Pablo y Bernabé evangelizan y Dios abre la puerta a los gentiles, es decir a los no judíos, porque eso no fue fácil. Los judíos se creían el pueblo elegido, consentido, exclusivo y excluyente, y algunos convertidos querían que los paganos primero se judaizaran cómo es el caso de la circuncisión para los varones y otras cosas propias del judaísmo superadas en el cristianismo.

Apocalipsis significa revelaciones del amor y misericordia de Dios; advierto cualquier otra cosa es “ciencia ficción pseudoreligiosa” favorita del cine. El pasaje leído (21, 1-5a) nos lleva a contemplar a Dios que todo lo hace nuevo y que sigue siendo el “Emmanuel, Dios con nosotros que vive en medio de su pueblo”.

Y el pasaje del evangelio (13, 31-33a. 34-35) nos trae al momento solemnísimo de la última cena, tras el lavatorio de los pies viene una serie de discursos, entre ellos el “de despedida” (pronto celebraremos la Ascensión) y luego la llamada “oración sacerdotal”.

Te invito a centrarte en el pasaje evangélico de hoy.  La retirada de Judas es el alejarse de esa mala presencia. Jesús se enfoca en su glorificación, a propósito prometo el próximo año proponer reflexiones sobre Jesús el Pastor glorificado pues el tema de la Gloria de Dios es frecuente y abundante en el evangelio de San Juan; por ahora me centro en su glorificación, es decir “su poder“. Hablar de la gloria de Dios es hablar del poder de Dios por eso dice que su gloria es la del Padre, y el verdadero poder reside en el amor.  Pues la gran ironía es que en la Cruz es donde Jesús más desvela el misterio del poder de Dios hecho misericordia, perdonando, entregándonos a su madre como

Madre nuestras, asegura al ladrón arrepentido que ese mismo día estaría con él en su reino y entrega su Espíritu con lo cual nos da una vida nueva, plena y eterna.

Te comparto algo, que seguramente otros han vivido. En La Ciudad de México en la parroquia de nuestra señora de la coronación, el párroco sabiendo mi cuidado por la liturgia me invitó y me dijo: -“tú ve y calla.” Y así fue. Todo en la misa era perfecto, hasta que jóvenes de los llamados “tribus urbanas” participaron en este orden: la primera lectura la leyó una joven darketa; el salmo lo cantó un joven emo. La verdad es que yo estaba muy sorprendido, y para la segunda lectura la hizo un joven punk. ¡Y entendí todo! y dije: -“qué grande es el amor de Dios, es su poder. Es él quien actúa si nosotros lo dejamos actuar. Y así fue, en la comida el párroco me dijo: – “Te veo feliz y creo que entendiste muy bien. Solo te quiero decir que los jóvenes que has visto servir durante la comida y viste impecablemente vestidos algún día llegaron aquí vestidos como los que viste en la misa, y ellos solos cambian todas sus formas. Aquí nada se impone, es como lo que hace Jesús que solo propone.”

Por favor, No te olvides que la gloria de Dios es su poder, y actúa por amor hecho misericordia que incluye, atrae y es él quien realmente nos cambia.

Amén, amén Santísima Trinidad.

Felices pascuas de resurrección cuyo gozo y alegría se celebran por cincuenta días.

La liturgia santifica y la Biblia edifica. Por eso, es muy importante conocerlas y a propósito puse el título de “Oír misa o participar en la misa”. La misa no es del celebrante, ni del particular por bautizo, matrimonio o cualquiera otra ceremonia. Quede bien claro, la misa es de Jesús y de la Iglesia. Ningún sacerdote puede celebrar misa si no hay al menos un feligrés. Y ninguna asamblea puede tener misa si no hay al menos un sacerdote. ¡Qué dicha saber esto, vivirlo y decirlo!

A propósito de las lecturas de hoy.

El libro de los Hechos de los apóstoles narra lo que hicieron san  Pedro y San Pablo.  El pasaje de hoy  (14, 21-27) cuenta cómo Pablo y Bernabé evangelizan y Dios abre la puerta a los gentiles, es decir a los no judíos, porque eso no fue fácil. Los judíos se creían el pueblo elegido, consentido, exclusivo y excluyente, y algunos convertidos querían que los paganos primero se judaizaran cómo es el caso de la circuncisión para los varones y otras cosas propias del judaísmo superadas en el cristianismo.

Apocalipsis significa revelaciones del amor y misericordia de Dios; advierto cualquier otra cosa es “ciencia ficción pseudoreligiosa” favorita del cine. El pasaje leído (21, 1-5a) nos lleva a contemplar a Dios que todo lo hace nuevo y que sigue siendo el “Emmanuel, Dios con nosotros que vive en medio de su pueblo”.

Y el pasaje del evangelio (13, 31-33a. 34-35) nos trae al momento solemnísimo de la última cena, tras el lavatorio de los pies viene una serie de discursos, entre ellos el “de despedida” (pronto celebraremos la Ascensión) y luego la llamada “oración sacerdotal”.

Te invito a centrarte en el pasaje evangélico de hoy.  La retirada de Judas es el alejarse de esa mala presencia. Jesús se enfoca en su glorificación, a propósito prometo el próximo año proponer reflexiones sobre Jesús el Pastor glorificado pues el tema de la Gloria de Dios es frecuente y abundante en el evangelio de San Juan; por ahora me centro en su glorificación, es decir “su poder“. Hablar de la gloria de Dios es hablar del poder de Dios por eso dice que su gloria es la del Padre, y el verdadero poder reside en el amor.  Pues la gran ironía es que en la Cruz es donde Jesús más desvela el misterio del poder de Dios hecho misericordia, perdonando, entregándonos a su madre como

Madre nuestras, asegura al ladrón arrepentido que ese mismo día estaría con él en su reino y entrega su Espíritu con lo cual nos da una vida nueva, plena y eterna.

Te comparto algo, que seguramente otros han vivido. En La Ciudad de México en la parroquia de nuestra señora de la coronación, el párroco sabiendo mi cuidado por la liturgia me invitó y me dijo: -“tú ve y calla.” Y así fue. Todo en la misa era perfecto, hasta que jóvenes de los llamados “tribus urbanas” participaron en este orden: la primera lectura la leyó una joven darketa; el salmo lo cantó un joven emo. La verdad es que yo estaba muy sorprendido, y para la segunda lectura la hizo un joven punk. ¡Y entendí todo! y dije: -“qué grande es el amor de Dios, es su poder. Es él quien actúa si nosotros lo dejamos actuar. Y así fue, en la comida el párroco me dijo: – “Te veo feliz y creo que entendiste muy bien. Solo te quiero decir que los jóvenes que has visto servir durante la comida y viste impecablemente vestidos algún día llegaron aquí vestidos como los que viste en la misa, y ellos solos cambian todas sus formas. Aquí nada se impone, es como lo que hace Jesús que solo propone.”

Por favor, No te olvides que la gloria de Dios es su poder, y actúa por amor hecho misericordia que incluye, atrae y es él quien realmente nos cambia.

Amén, amén Santísima Trinidad.

*El Autor es Profesor en la Universidad Autónoma del Estado de México.

Estudió Sacerdote y Especialidad en Bioética en U.A.E.M.

Estudió en el Seminario Diocesano de Toluca.

Contacto

Twitter: @dhanielu

Facebook: Daniel Valdez García

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