Museo Virreinal ¡Cuna de Franciscanos!

Antero Carmona columnista

Corría el año de 1980, y era el inicio de diversos cambios mundiales, década que cambio el rostro de la sociedad y del planeta; las tensiones de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos crecían, el terrorismo mundial asolaba a Europa y Medio Oriente, aparece una nueva pandemia, el VIH, entre otras grandes tragedias. Pero también, fue una época de grandes avances y descubrimientos, como la primer PC y el internet; debo confesar que ha sido una de las épocas que más he disfrutado, sí, mi niñez, ya que durante este tiempo tuve la oportunidad –gracias a mis padres– de poder aprender y disfrutar de diversas actividades culturales, inculcadas con la firme creencia de formar y educar en el arte y cultura, una fórmula que si es valorada y aprovechada nos ayuda a constituir nuestra identidad, a generar un pensamiento alternativo, a buscar soluciones creativas a los problemas, favorece cualidades como la sensibilidad, ayuda a que se aprecie la diversidad y se abra un diálogo intercultural, además de desarrollar diversas habilidades intelectuales, las cuales, hoy en día me han ayudado en mi desarrollo personal y profesional.

Uno de los sitios que visité en innumerables ocasiones –debo de confesar que mis últimas visitas fueron con cierta nostalgia-, fue el Museo Virreinal de Zinacantepec, exconvento construido durante el siglo XVI por la orden de los franciscanos, el cual, mantuvo esa función hasta 1860, año en que fue convertido en casa parroquial, y fue hasta el año de 1934 que es declarado Monumento Nacional, posteriormente es restaurado de 1977 a 1980, año que abrió sus puertas como museo, con el objetivo de preservar y difundir el acervo colonial, religioso y el quehacer diario de los frailes durante la época virreinal –siglos XVI al XIX-.

Sin titubear, me atrevo a decirles, que vale la pena visitar el Museo Virreinal de Zinacantepec, la experiencia comienza cuando uno tiene de frente el complejo arquitectónico franciscano, de estilo plateresco, cantera labrada que le dio sustento al pasado, le da forma al presente y construye el futuro.

Antes de ingresar al museo, se encuentra la capilla abierta, donde podemos admirar un retablo, obra que se le atribuye al pintor criollo novohispano Juan de Montaño, el altar presenta pinturas al fresco de estilo renacentista de la vida y obras de San Francisco de Asís. Asimismo, la ante portería que sirve de ingreso al Museo Virreinal muestra al fresco del árbol genealógico de San Francisco de Asís y la orden franciscana y, en la portería, observamos frescos de estilo mudéjar –arte árabe-, sin duda, obras que te trasportan al pasado.

Tras ingresar al Museo Virreinal podemos apreciar el ante refectorio, aquí se observa un lavabo empotrado –de piedra-, donde los frailes y visitantes se aseaban antes de tomar sus alimentos en el refectorio –comedor comunitario-, y alrededor del claustro bajo, las salas, donde los franciscanos llevaban a cabo sus actividades cotidianas, dichos espacios están comprendidos por la cocina, alacenas, celdas y capilla, en ellas, aun se resguardan los elementos que nos permiten comprender la vida de los franciscanos. Al recorrer cada sala y transitar por los pasillos, cada paso sonoro revive las huellas del pasado, paredes que archivan múltiples recuerdos y, si guardas un poco de silencio, podrás escuchar el murmullo de los frailes, charlas que son protegidas de forma celosa por los muros del convento.

Al subir al claustro alto podemos admirar las celdas de los frailes y la del padre prior, así como las que eran destinadas a los altos miembros de la orden franciscana, es en estas salas donde nuestro asombro crese un poco más, dado que se encuentran frescos novohispanos del siglo XVI y 60 réplicas al óleo de los virreyes de la Nueva España.

El Museo Virreinal cuenta con 20 salas, comprendidas por: patio, atrio, capilla abierta, bautisterio, ante portería y portería, claustro bajo, sala de profundis, ante refectorio, refectorio, alacena, cocina, despensa, claustro alto, pasillo ambulatorio, celdas, biblioteca, antecoro corredor de claustro alto, celda de oración o sala de capítulos, sala de visitas y sala de exposiciones.

Cada elemento muestra un pasado valioso, sin embargo, la biblioteca resalta la importancia de este Museo, aquí, se resguarda un poco más de cuatro mil quinientos volúmenes antiguos, escritos en latín y español medieval.

Sin embargo, el tesoro más relevante se encuentra en el Bautisterio, la pila bautismal, monolito del siglo XVI, el cual, pone de manifiesto la mano de obra indígena –arte tequitqui-, hecha de una sola pieza, con más de un metro de diámetro y uno de altura, la base es un cubo decorado con flores entrelazadas, la adorna en la parte superior un cordón franciscano, rodeado de cuatro medallones que ilustran pasajes de la religión católica.

Actualmente, el museo cuenta con una exposición temporal llamada “Breves relatos de la vida cotidiana de Zinacantepec”, la cual, ofrece una mirada a la vida diaria de los antiguos habitantes del Valle de Toluca –particularmente de Zinacantepec-, posterior a la conquista de los matlatzincas por los aztecas, así como la realizada por los españoles y, cada tercer jueves de cada mes, se presenta un programa de “Charlas Virreinales”, a cargo de especialistas en el tema. Por todo esto y más, el Museo Virreinal no dejará de sorprenderte.

Cuando visites Zinacantepec, ven y conoce este maravilloso Museo, el cual, se encuentra ubicado en la Avenida 16 de septiembre s/n, Colonia San Miguel Zinacantepec, a un costado de la Plaza Constitución, en el centro de Zinacantepec, Estado de México. Esta columna es dedicada a la Directora del Museo Virreinal, la Artista Plástica, Andrea Zelaya Freyman.