Mis preguntas finales-Nada es para ellos

Guillermo Calderón columnista

 

Por: Guillermo Calderón.

Solo es una reflexión que pretende impulsar el

 mundo de las ideas, los valores y las actitudes.

 

Una banca en el aeropuerto de la Ciudad de México, ocupada por una mujer sola con un celular en la mano, es una imagen cotidiana que fácilmente pasa desapercibida; más aún, en un sitio en el que, en un día regular, transitan alrededor de 90 mil personas diarias. Es una imagen común que no debiera tener ninguna trascendencia.

Cambia por completo esa escena, si hablamos de que la persona que se encuentra ensimismada en la soledad de una banca de la terminal aérea, intentando volverse invisible, absorta en un celular y sin interés de alzar la vista, es la ex secretaria de Estado Tatiana Clouthier.

La posición de secretaria de Economía de México es una de las más importantes carteras del Poder Ejecutivo del país.

Su titular se encarga de impulsar y coordinar las políticas públicas en materia de desarrollo económico de México. Es la responsable de crear confianza internacional para la inversión extranjera en nuestro país y coordina el Acuerdo Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, el T-MEC; entre otras muchas cosas más.

Seguramente la secretaria Clouthier, al iniciar su día -el 6 de octubre pasado- habría tenido en la puerta de su domicilio particular una camioneta blindada con chofer y escoltas que le abrirían las puertas de su vehículo, para su traslado a donde sería su última parada como titular de Economía, le pondrían calefacción adecuada y la radio con la música de su preferencia.

Al llegar a su destino en Palacio Nacional por la puerta principal, rumbo al recinto de las mañaneras, encontraría diversas muestras de cortesía y reverencias dándole los “buenos días, Señora secretaria” y sin que lo haya pedido, le habrían acercado un café caliente, en una taza de porcelana extra limpia y galletas de buena calidad, de exquisito sabor.

Como funcionaria de alto nivel jerárquico, la cortesía de un buen trato -amable y respetuoso- es constante y se vuelve común a lo largo de su actividad oficial y personal.

Los beneficios por serlo se amplían para facilitarle todo lo que hace y en algunas ocasiones, hasta en todo lo que pueda estar pensando.

Las camionetas y salas VIP en los aeropuertos seguramente las tendría sin ningún problema y dos o tres teléfonos celulares a su disposición, estarían sonando constantemente por insistentes llamadas y nunca, nunca se verán solas en ningún asiento común de ningún aeropuerto del mundo.

Al salir de la conferencia mañanera del jueves pasado, Tatiana Clouthier ya no era más la “Señora secretaria”; porque momentos antes, se había despojado del cargo y de los buenos tratos. Ya no salió por el acceso principal, lo hizo por una puerta lateral y sola, con un celular en la mano, el mismo que horas antes, había dejado de sonar.

Sin apoyo logístico caminó sola y de prisa hasta encontrar el vehículo en el que se retiraría. Nadie le abrió la puerta de su coche. Cuando llego al aeropuerto, realizó su registro por su cuenta y esperó, como cualquier otro viajero, en las salas generales. Ya no había a su alrededor consideraciones ni beneficios especiales para auxiliarla.

La moraleja de la escena del aeropuerto consiste en que las consideraciones especiales, los buenos tratos y los beneficios que se obtienen al alcanzar un puesto público, no son propiedad de alguna persona en particular.

Eso le pertenece a quien designan en el puesto según el cargo público alcanzado; por eso, es por lo que se termina enfrentando una realidad muy distinta al momento de concluir un encargo público.

La imagen que describo al principio de mi nota debiera de ser una enseñanza para una buena parte de los actuales funcionarios del gobierno del Estado de México, les vendría bien tener esa foto en su escritorio.

Si se vieran en aquel espejo, podría servirles para recordarles que el servicio público efectivamente conlleva beneficios y muchas muestras de cortesía, pero nada de eso se da en su nombre o por su apellido, se otorgan por puesto y el cargo alcanzado en ese momento, pero se requiere de humildad y gratitud de quien los recibe, para merecerlos verdaderamente.

Cuando concluyan su responsabilidad en esta administración, saldrán por la puerta lateral de Palacio de Gobierno en Toluca; no será dentro de la camioneta blindada, baja su servicio, lo harán caminando hacia el estacionamiento público donde encontraran su vehículo personal y nadie le abrirá la puerta.

Dejarán de sonar sus teléfonos y es probable que alguno, tenga la necesidad de salir al aeropuerto urgentemente, sin logística ni beneficios que le apoyen. Seguramente pronto veremos más fotos parecidas a la comentada en este texto.

Ahora, mis preguntas finales: sobre la fotografía de una persona sola en el aeropuerto, ¿Será útil para motivar a ciertos funcionarios públicos del Estado de México, para que se bajen de su nube? ¿Ya caerían en la cuenta de que ser engreídos no es igual a ser humildes, sino todo lo contrario? ¿Sabrán esos mismos funcionarios, que la gratitud no es rencor ni resentimiento?

Hasta aquí con una más de: Mis preguntas finales, nos leemos en la próxima.

Guillermo Calderón Vega. Profesor Universitario, abogado, exfuncionario público, Experto en operación, negociación y concertación política. Twitter: @gmo_calderon / Facebook e Instagram: Guillermo Calderon Vega