La pandemia y el control social

El gobierno inició su mandato con una ofensiva en contra del sector de la salud pública, considerado receptáculo de corrupción en la adquisición de medicamentos, de tráfico de influencias en la asignación de contratos, de fraudes continuados al erario y de malversación de fondos. Estos ataques tuvieron como objetivos, primero, a los directivos de los hospitales de alta especialidad y después, al sistema de salud en su conjunto, con el resultado inmediato de un gran desabasto de medicamentos para enfermedades graves, como cáncer y VIH, así como el final de la gratuidad de los programas de salud para los sectores más vulnerables de la población. La torpe transición del Seguro Popular al Instituto de Salud para el Bienestar terminó por complicar el panorama. Los ataques al sector de la sanidad pública provinieron del mismo Presidente y continuaron a través de su Secretaría de la Función Pública y de otros funcionarios menores pero igual de incompetentes, expertos todos ellos en echar la culpa a otros de los desastres provocados por las erráticas políticas del actual grupo gobernante.

En esa situación se encontraba el país cuando apareció el último día de 2019 en China el coronavirus como un aumento inusual de casos de neumonía. A principios de enero falleció la primera persona y para febrero ya se había expandido al resto del planeta. La Universidad de Harvard estima que entre el 40 y el 70% de la población mundial será infectada por la pandemia. A diferencia del virus del SARS del 2002, que tenía la característica de contagio bajo y mortalidad alta con 774 casos, el nuevo coronavirus tiene una mortalidad baja pero un contagio muy alto que actualmente ha infectado a más de 80 mil personas de las cuales han muerto más de 3 mil. Se debe tomar en consideración que estamos frente a una de las epidemias más devastadoras de los últimos tiempos. Aunque sus consecuencias ya se aprecian en diferentes planos de nuestra vida cotidiana, sus impactos en la economía y en la cohesión social son todavía inciertos, pero seguramente serán graves.

La sociología, la antropología legal y la ciencia política estudian el tema del control social como la forma en que los sistemas de gobierno sirven para mantener y expandir los intereses del grupo dominante, más que proteger a las personas marginales y menos poderosas. El control social incluye los mecanismos formales e informales para imponer la norma a través de los principios de aceptación de las modalidades en que las personas deben comportarse, manteniendo conductas correctas y razonables que son impuestas mediante la coerción legal. Se trata de evitar que los individuos violenten las reglas por medio de sistemas de control que socializan las “conductas adecuadas” a través de la introducción del castigo a las desviaciones. Frente a la emergencia sanitaria observaremos nuevas políticas de control social.

La respuesta gubernamental al coronavirus ha creado una situación de alarma colectiva, definida por una situación de miedo y pánico entre la población, que se agudiza ante una serie de estrategias frenéticas, improvisadas e irracionales según las cuales: “todo está bajo control”. Una vez más, las capacidades (o incapacidades) del lopezobradorismo serán puestas a prueba, mientras que la sociedad se resiste a una armonía obligada frente a la emergencia. Políticas efectivas requieren gobiernos cohesionados con proyectos compartidos, que es todo lo contrario a lo que actualmente se observa.

@isidrohcisneros 

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