IGLESIA PERSEGUIDA, MAS NO PERSEGUIDORA

Sacerdote Daniel Valdez García

Estimados hermanos y hermanas,

1. EVANGELIO DE SAN MATEO 10, 16-23:
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.

Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre”.

2. PROUESTA DE REFLEXION:

Siguiendo los ejes de espiritualidad, hoy es primer viernes de mes dedicado al sagrado corazón de Jesús que dio a santa Margarita la promesa de que quien guarde los nueve primeros viernes de mes les concederá su infinita bondad y misericordia; y, a los sacerdotes conmover lo corazones más duros. Pero no se olviden que sÍ están en pecado mortal se confiesen en la semana antes del viernes para no correr como paranóicos para confesarse el mero día.

Centrado en el pasaje del evangelio de hoy, estoy seguro de que más de uno se ha preguntado ¿Por qué me han de perseguir a mí, no le hago mal a nadie, yo sólo les habló de Dios?, y Jesús da la respuesta: «Si a mí me persiguieron, a ustedes también los perseguirán». Dicha persecución es porque muchas veces la vida cristiana incomoda a los intereses egoístas del mundo.

Sin embargo, veo que hace unas décadas se ha dado por perseguir al interior de la Iglesia, el ejemplo más notorio es el de la señora Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, católica proaborto; que en su diócesis no puede comulgar, lo hizo recientemente en el Vaticano. Las reacciones son impulsivas, unos atacan al Papa porque no saben que precisamente para evitar eso el Papa Francisco no da la comunión a nadie. Otros más al sacerdote que le dio la comunión, y ni siquiera sabes si éste la identificó. Y los más congruentes son aquellos que reconocen que es un asunto de conciencia de la señora Pelosi, pues es ella la que bien sabía por qué no se le permitía comulgar en su arquidiócesis de san Francisco. Ese principio lo puso el Papa san Juan Pablo II como medida pastoral para que los políticos católicos sean fieles al mandato de Jesús, por lo cual para que puedan comulgar se deben retractar. No olvidemos que el perdón es parte crucial de la fe cristiana. Por ello, lo que hemos de buscar es que los fieles se arrepientan de causar el mal y se retracten, y no hacer de periodistas baratos que sólo exhiben a las personas.

También esta el caso de los católicos a favor de la “misa tradicional” que se dice en latín y exige comportamiento místicos que no siempre son asumidos con la debida madurez. Claro que es muy bella la misa en latín, pero ser tan radicales para estar lo más cercano a lo que hizo y dijo Jesús, tendríamos que ser más fieles como el caso de rito maronita que consagra en arameo, en la lengua que habló Jesús. Los radicalismos nos llevan a pequeños grupos, a hacer sectas. Lo mismo sucede con quienes no han entendido que la comunión en la mano es una medida de prevención sanitaria no un capricho, y decir que recibirla en la mano es sacrilegio deben pensar que con la lengua hacen cosas peores y eso es blasfemia.

Por último, pensemos seriamente cómo la Iglesia fue perseguida por los líderes religiosos de la época de Jesús, luego por los emperadores; sin embargo, la Iglesia perseguida se llegó a volver perseguidora, primero lo hizo con los herejes, luego instituyó las cruzadas para acabar con el dominio otomano en la ocupación de los santos lugares en Israel, instituyó la Santa Inquisición, aunque las sentencias las ejecutaba el poder civil, tampoco fueron miles los sentenciados a muerte como cuentan las leyendas negras. Hoy en día algunos miembros de la Iglesia siguen sintiendo la tentación de ser juez y parte frente a lo que no les gusta o les incomoda en la Iglesia, algunos quisieran matar a las llamadas “católicas por le derechos de decidir”, a las feministas y a otros grupos que les son adversos. Muchos teólogo apoyaron la pena capital y en 1870 desaparece el verdugo del Vaticano que ejecutaba a los sentenciados por los Papas o por los tribunales eclesiásticos. La doctrina del Malesidio predicada por san Bernardo a los cruzados para desaparecer el mal, hoy en día es injustificable, incluso el Papa Francisco se pronuncia contra la pena de muerte que era vigente en algunos países católicos a quienes se les respetaba su soberanía, y corrige el catecismo de la Iglesia católica en el numeral 2267: “…la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona»[1], y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo” (1º. de noviembre de 2018).

Hagamos juntos la siguiente oración:

“Padre santo, Padre de las luces y de toda misericordia, rendido ante tu presencia y la de tu Hijo Jesucristo, movido por la gracia del Espíritu Santo, te pido nos libres de toda persecución y de ser perseguidores, que seamos como tú, lentos a la cólera, ricos en piedad y leales a la defensa de toda dignidad humana. Líbranos de la tentación de condenar y de exhibir a los pecadores, que seamos como el Buen Pastor que va en busca de la oveja pérdida y haya fiesta en el cielo por cada pecador que se arrepiente. Impide que en tu Iglesia crezca ese fariseo que juzga a los demás y se siente puro por fuera, pero dentro es podredumbre. Que la Iglesia no sea un museo de rígidas memorias, sino un hospital de campaña para los pecadores, pues Jesús no vino para los justos sino para nosotros los pobres pecadores. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesús. Amén.