A la huella del Jaguar

Antero Carmona columnista

Desde tiempos ancestrales, los antiguos pueblos Mesoamericanos sostenían con reverencia el Culto al jaguar, dado que creían que este poderoso animal les transmitía las cualidades guerreras, dándoles la fuerza, astucia, agilidad y todos los caracteres que en él admiraban. Felino elevado a la categoría de un Dios, de incomparable sagacidad, fortaleza y valentía.

En el vasto territorio Maya, así como en La Venta, Monte Albán y Teotihuacán, rendían culto a este extraordinario felino, se formaban ejércitos completos de Guerreros Jaguar, que luchaban con la cabeza embalsamada del ejemplar formando un tocado sobre la propia testa del guerrero, y en la espalda y hombros, la piel del jaguar. Estos guerreros eran considerados un verdadero ejército de elite.

El jaguar representaba la fuerza divina y el dominio sobre todas las cosas, símbolo de energía y misticismo. Es una de las especies animales que más impacto ha tenido en la cultura e historia de México, primer actor de cuentos, leyendas, cosmogonías, rituales, cultos, manifestaciones artísticas y religiosas, el jaguar es pieza clave del mundo prehispánico y forma parte de nuestras raíces culturales.

Al caer la noche, el Dios jaguar reinaba sobre el inframundo maya, esto lo convertía en su custodio y era quien permitía la entrada al más allá… relato maya.

México enfrenta retos importantes para proteger y conservar al jaguar (Panthera onca), especie emblemática, considerada en peligro de extinción. Es el felino más grande y uno de los más carismáticos del Continente Americano, además, se considera una especie indicadora, ya que su presencia revela el buen estado de salud de un ecosistema.

Históricamente se distribuía desde el sur de los Estados Unidos hasta el centro de Argentina, sin embargo, su distribución y poblaciones han disminuido considerablemente a consecuencia de la destrucción y fragmentación de su hábitat, a la cacería furtiva, así como a la disminución de sus presas, lo cual ha incrementado el conflicto con el ganado. El 12 de febrero de 2017 la PROFEPA decomiso cinco pieles de jaguar en un establecimiento ubicado en la Carretera Valladolid – Tizimín, en el municipio de Valladolid, Yucatán.

Se ha estimado que actualmente ocupa menos de una tercera parte de su distribución original. En México, de acuerdo con el Segundo Censo Nacional del Jaguar 2018, existe una población aproximada de 4800 jaguares en vida libre, encontrando que las poblaciones más abundantes se localizan en el sureste del país, principalmente en los estados de Campeche, Chiapas, Oaxaca, Yucatán y Quintana Roo.

Hoy, a 5 años de este censo, es prioritario retomar dicha actividad y realizar un nuevo conteo de la especie, ya que su hábitat se ha ido perdiendo, desde el 2020, más de 300 mil hectáreas forestales se han perdido, de acuerdo con la SEMARNAT a este paso se prevé tener una pérdida de alrededor de 216 mil hectáreas de bosques al año.

Estadística que sugiere que esta especie podría llegar a desaparecer, y la posibilidad de conservar al jaguar a largo plazo se reduce, ante ello, resulta fundamental desarrollar estrategias y acciones multidisciplinarias para proteger y restaurar los ecosistemas, hábitat de la especie, por lo que se considera se deben establecer criterios serios para su conservación.

Los esfuerzos para conservar al jaguar han sido limitados y se carece de una estrategia sólida y responsable, la cual, sólo podrá ser alcanzada a través de una amplia participación social, lo que exige la coordinación entre los distintos órdenes de gobierno, instituciones de investigación, organizaciones no gubernamentales, iniciativa privada, sociedad civil y de las comunidades rurales.

Existen diversos investigadores y organizaciones civiles, como la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar (ANCJ), que cuentan con información valiosa referente a las áreas prioritarias para la conservación del jaguar. El estado debe comprometerse más, que el tema jaguar sea prioritario en la agenda nacional, y crear acciones específicas para la protección y conservación de la especie y de su hábitat. Sin embargo, parece que la voluntad política no existe, tal vez, cuando las poblaciones de jaguar estén al borde de desaparecer, exista la posibilidad, tal y como ha sucedido con la vaquita marina (Phocoena sinus).