La creación de un dictador

Hoy se cumplen 75 años de la liberación por parte del ejército soviético del mayor campo de exterminio de la historia moderna, Auschwitz-Birkenau, donde se calcula que fueron asesinadas alrededor de 1.5 de las 6 millones de personas que fueron víctimas del nazismo durante los años 1940-1945 en Europa. Ubicado en Polonia, Auschwitz era el nombre genérico que se le daba a un complejo de campos de concentración integrado por otros también destinados al exterminio, la reclusión y el trabajo esclavo como Majdanek, con 120 mil asesinados; Sobibor, con 250 mil eliminados; Chelmo, donde perecieron 300 mil; Belzec, con 600 mil sacrificados y Treblinka, con 750 mil personas canceladas de la faz tierra. Entre ellos, destacaba por sus dimensiones Auschwitz-Birkenau que constituía el mayor campo de concentración donde se llevó a cabo el más grande genocidio perpetrado en contra de hebreos, gitanos, comunistas, prisioneros de guerra y cualquier tipo de disidentes del régimen nazi.

El Holocausto o Shoa mantiene una centralidad dentro de las intolerancias del siglo XX y se proyecta como un exterminio masivo, sistemático y científicamente planificado de pueblos enteros a través de una política de Estado con amplia impunidad y consenso social. El nazismo impuso el Holocausto mediante un régimen político dirigido por un partido con un líder supremo que encarnaba la voluntad de la nación. Así se llegó a la denominada “Solución Final del Problema Judío” consistente en el asesinato colectivo de millones de individuos sin importar edad, sexo, condición social o económica. En 1999, invitado por Tribuna Israelita, tuve la oportunidad de participar en un viaje de estudios que me permitió conocer directamente el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau y desde entonces he escrito diversos ensayos sobre la tiranía de la memoria, el odio, la intolerancia y las capacidades de destrucción que el ser humano posee.

La necesidad de no olvidar y la actualidad del problema deriva de lo que se denomina “la subversión en el marco de la legalidad”, como han demostrado diversos historiadores como Ernst Nolte (La Guerra Civil Europea, 1917-1945, México, Fondo de Cultura Económica, 1994) y juristas como Bernd Rüthers (Derecho Degenerado. Teoría Jurídica y Juristas de Cámara en el Tercer Reich, Madrid, Marcial Pons, 2016), que ilustra el modo como el nazismo, que llegó al gobierno por medios democráticos, consolidó su poder en Alemania a través de la modificación sistemática del orden legal para dotar al líder supremo —el Führer— de amplias capacidades de decisión sobre la base de la voluntad inmediata del pueblo, de la que derivó su legitimidad. El asalto a la democracia y las sucesivas reformas constitucionales impulsadas por el Partido Nacionalsocialista permitieron la consolidación del nazismo que culminó con las leyes que otorgaron a Hitler nuevos y plenos poderes.

El nazismo impuso una forma de aplicar el derecho y nuevas directrices para la práctica jurídica que debían servir para la transformación de las viejas leyes, heredadas de las “mafias del pasado”, en el sentido impuesto por la ideología de los gobernantes, elevada a fuente supralegal del derecho y considerada suprema norma no escrita del ordenamiento jurídico. Al Estado de Derecho de la Constitución, con su normativismo legalista y su carácter liberal, se le descalificó por sus reglas inviolables y predeterminadas. Cuando un gobierno con gran apoyo popular busca transformar sistemáticamente las leyes para aumentar su poder, el autoritarismo asoma su rostro. Evitemos que eso pase en México.

@isidrohcisneros 

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